Tiroides en el embarazo: el silencioso factor de riesgo que influye en tu energía y ánimo

Durante el embarazo hay transformaciones que casi todas anticipan, como el cansancio, las náuseas o los cambios en el peso. Sin embargo, existen otros ajustes que ocurren de manera discreta, sin señales evidentes para la futura madre.
Uno de ellos involucra a la tiroides, una glándula diminuta que cabe en la mano, pero cuya influencia es enorme, ya que puede afectar la energía, el estado de ánimo y también el desarrollo del bebé.
¿Qué ocurre con la tiroides en el embarazo?
La gestación implica una reorganización profunda del organismo femenino, y la tiroides —ubicada en el cuello y encargada de regular el metabolismo— también se adapta a esta nueva etapa.
La mayoría de los cambios tiroideos durante el embarazo son fisiológicos y normales, aunque pueden confundirse con molestias propias de la gestación y pasar inadvertidos.
La tiroides se ajusta, no se enferma
La tiroides no se daña por estar embarazada; se adapta. La American Association of Clinical Endocrinology explica que desde las primeras semanas aumenta la producción de hormonas tiroideas para satisfacer las necesidades metabólicas de la madre y del feto.
Esto es fundamental porque, durante el primer trimestre, el bebé depende por completo de las hormonas tiroideas maternas, en especial para el desarrollo del cerebro. Un cambio clave es el aumento de la hCG, la hormona que detectan las pruebas de embarazo. Cuando sus niveles se elevan, sobre todo al inicio de la gestación, pueden estimular la tiroides y provocar una disminución natural de la TSH, algo esperado y no patológico.
El papel del yodo en esta etapa
La Organización Mundial de la Salud subraya la relevancia del yodo durante el embarazo, ya que es indispensable para producir hormonas tiroideas. Su deficiencia puede interferir con el desarrollo neurológico del bebé.
Por ello, se recomienda que las embarazadas incrementen su consumo diario a alrededor de 250 microgramos, favoreciendo el uso de sal yodada y alimentos como pescado y lácteos.
Síntomas que no conviene normalizar
El principal desafío del hipotiroidismo en el embarazo es que sus manifestaciones se parecen mucho a las de la gestación. Fatiga, estreñimiento, piel seca, aumento de peso o sensibilidad al frío pueden parecer normales, pero también pueden indicar un funcionamiento tiroideo insuficiente.
Investigaciones recientes han mostrado que incluso variaciones leves en las hormonas tiroideas durante el primer trimestre se asocian con cambios en el peso al nacer, lo que refuerza la importancia de una función tiroidea estable desde etapas tempranas. Otros estudios señalan que alteraciones persistentes hacia el tercer trimestre elevan el riesgo de complicaciones para la madre y el bebé.
Por ello, se aconseja no ignorar síntomas intensos o prolongados y solicitar estudios hormonales cuando algo no parece habitual.
Señales de alerta que requieren valoración médica:
Fatiga extrema que no mejora con descanso.
Sensación constante de frío.
Cambios importantes en el tránsito intestinal.
Aumento de peso más rápido de lo esperado.
Palpitaciones o dolor torácico.
Hipertiroidismo en el embarazo
Aunque es menos común, el hipertiroidismo suele ser más evidente debido a síntomas como palpitaciones, temblores, pérdida de peso involuntaria, intolerancia al calor y ansiedad marcada.
La American Thyroid Association advierte que, si no se trata, puede aumentar el riesgo de taquicardia fetal, bajo peso al nacer, parto prematuro e incluso malformaciones. La causa más frecuente en mujeres jóvenes es la enfermedad de Graves, cuyos anticuerpos pueden atravesar la placenta y afectar la tiroides del bebé.
Mantener este trastorno bajo control antes y durante el embarazo es esencial, ya que reduce el riesgo de crisis tiroideas, especialmente durante el parto. Por ello, el seguimiento médico debe ser cercano y constante.
Controles tiroideos durante el embarazo y después del parto
Las guías médicas recomiendan un tamizaje selectivo, no universal. Esto significa que las pruebas tiroideas se indican sobre todo en mujeres con factores de riesgo, como:
Antecedentes de enfermedad tiroidea.
Cirugía de tiroides o tratamiento con yodo radiactivo.
Enfermedades autoinmunes.
Infertilidad o pérdidas gestacionales previas.
Diabetes tipo 1.
Síntomas persistentes de hipo o hipertiroidismo.
Además, los valores de TSH deben interpretarse según el trimestre, ya que la hCG influye de forma natural en sus niveles, especialmente al inicio del embarazo. El tratamiento siempre se individualiza: el hipotiroidismo manifiesto se atiende de inmediato, mientras que el subclínico requiere una valoración más detallada.
¿Qué pasa después del parto?
La vigilancia no termina con el nacimiento. Hasta un 10% de las mujeres puede desarrollar tiroiditis posparto, una inflamación transitoria que puede causar fases de hipertiroidismo o hipotiroidismo. La presencia de anticuerpos tiroideos aumenta este riesgo.
Además, los cambios tiroideos posparto pueden confundirse con depresión posparto, ya que comparten síntomas como cansancio extremo, cambios de peso y tristeza profunda.
Recomendaciones finales
Hablar con el médico sobre estudios tiroideos si hay síntomas o factores de riesgo.
Mantener control hormonal durante el embarazo si existe un diagnóstico previo.
No minimizar síntomas importantes en el posparto, ya que pueden corresponder a alteraciones tiroideas tratables.
La tiroides en el embarazo no es una enemiga silenciosa, pero sí una pieza sensible en el equilibrio de la salud materna y fetal. Los cambios hormonales, el aumento de la hCG y la mayor demanda de yodo hacen que esta glándula trabaje más de lo habitual, y en la mayoría de los casos lo logra sin complicaciones.
El riesgo aparece cuando señales claras de desajuste tiroideo se confunden con molestias normales y se dejan pasar. Cuidar la tiroides durante el embarazo y el posparto no implica vivir con temor, sino contar con la información necesaria para actuar a tiempo y proteger la nueva vida que está por llegar.
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